''Siempre te apreciaran más en otras Hermandades que en la tuya''
''Nunca digas yo soy, que siempre te digan tú eres''

jueves, 10 de marzo de 2011

Cuenta atrás, 39 días.


Cerrar los ojos, y oler a incienso…




Sentir como ya llega el Domingo de Ramos a las vibraciones de los tambores y cornetas que dictan la entra triunfal en Jerusalén de nuestro Señor, y que acompañado de una sutil sonrisa de su madre va regalando a Huelva la felicidad bella que hay en su rostro, el rostro que místicamente portan los Ángeles.
Sentir el balanceo de una mesa, una mesa en la que se vendió y traicionó a nuestro Señor, que acompañado por un palio de singulares y únicos sonido de rosarios que colisionan con los resplandecientes varales van llevando a Huelva a la niña de un barrio cofrade por excelencia.
Sentir el despojo de nuestro señor y la paz blanca y pura de su madre, que desde San Sebastián vienen llenando las calles de incienso.
Sentir el dolor del Dulce Nombre de María que tiene hacia su hijo Redentor que esta desamparado.
Sentir el esfuerzo y la devoción de los costaleros que desde Santa Teresa, van ostentando la devoción que retienen durante todo un año y liberándola cada Lunes Santo.
Sentir el fervor de un barrio tras la cautividad de nuestro Señor, que misericordiosamente su madre le sigue.
Sentir las tres caídas que sufrió, y el amor que su madre le demostró hasta el último día.
Sentir el calvario de cristo en nuestra piel, y que el rocío de la mañana nos ayude a seguir con la esperanza de que algún día, él, baje de los cielos.
Sentir como la sentencia llama a las puertas de cada vecino de Pérez Cubillas y nuestro señor les pide ayuda, mientras que su madre reza por su salud.
Sentir en nuestros pechos como una lanzada que se clava en nuestros corazones al ver los dolores que padeció por nosotros.
Sentir la sangre gotear por la cara y deslizarse por el torso formando un valle.
Sentir la pasión por la que él un día pasó, mientras que su madre es el refugio de muchos otros.
Sentir como lo prendieron por nosotros, y mirar a las estrellas y notar que está ahí.
Sentir su humilde mirada, que lo llevó a expirar en la cruz, mientras está la esperanza del que sufre, y la victoria de que ya es el rey de los cielos.
Sentir y orar por él, y llorar por los dolores que pasó ella.
Sentir el consuelo de una madre hacía su hijo mientras otros observaban con miradas de clausuras desde Santa María de Gracia, a su señor.
Sentir como su carácter misericordioso por nosotros, le llevó a su reo de muerte.
Sentir el sonido que producen las cadenas de los nazarenos de promesas y el buen viaje que tendremos cuando nos vallamos al cielo, con los que ya en la tierra pasaron los dolores y permanecen en su anonimato.
Sentirnos por una madrugada cirineos de él, y auxiliarle hasta la vuelta a casa.
Sentir y mantener la fe en él, y aprender de la caridad que tenia su madre con los demás.
Sentir su descendimiento, desde el calvario, donde su madre aún se resigna en sus dolores.
Sentir y guardar silencio por su muerte, y enterarlo como un Dios que es y será.
Sentir que al tercer día resucitó, nos hizo ver la luz, y celebrarlo como sus fieles devotos que somos.
Sentir que somos cristianos…
Sentir que estamos en cuaresma…

Fran Romero.

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